miércoles, 26 de septiembre de 2012

Lisboa, cidade desconhecida por alguns, ciudad amada por otros


Una vez Enrique Jardiel Poncela citó que viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma neto de inteligencia. En mi humilde opinión no cualquiera está capacitado para viajar, al menos no a cualquier destino. Muchos de los turistas viajan con la mochila al hombro porque es tendencia. O acuden al extranjero por el simple hecho de que aparezca en su expediente personal. ¿Qué sentido tiene visitar un país asiático si nunca se ha interesado uno por su cultura? ¿O acudir a México, ese inmenso país, y no salir del Resort (con todos mis respetos hacia quién lo haga)? El afán por viajar está a la orden del día pero hay que saber cómo. Extraer lo mejor de cada viaje, conocer la cultura, visitar lugares recónditos, probar cada una de las exquisiteces culinarias y perderse… sobretodo perderse entre sus calles.

Indagando en la red he encontrado un blog de una joven argentina que cuenta sus experiencias en el extranjero. Al parecer, como muchos otros visitantes, no quedó del todo conforme con su estancia en Lisboa por el simple hecho que se encontró en el barrio equivocado (en este caso los barrios Intendente y Martim Moniz). Después de pasar una de las mejores experiencias de mi vida en la bella capital lusa no puedo evitar salir en defensa de la ciudad. ¿Sería justo que un visitante se llevase una mala imagen de Madrid porque se hayan topado con una zona conflictiva? Cada ciudad tiene sus áreas, mejor y peor conservadas, más y menos peligrosas, la clave está en ahondar en ambas en su justa medida. Después de trascurrir casi a diario por esos pintorescos barrios lisboetas comprendo que transmite cierta inseguridad pero hay mucho más detrás de esas cuatro esquinas que rodean la plaza de Martim Moniz.

Praça de Martim Moniz

Los turistas, como ocurre con muchas otras ciudades, bien quedan prendados de Lisboa o totalmente desencantados. Mi pregunta es, ¿uno no se documenta antes de elegir un país de destino? Millones de blogs de viajeros están a su disposición. También guías físicas para los más tradicionales. Para aquellos que desean oler y palpar la sensación de libro recién comprado o que prefieren subrayar en color fosforito los restaurantes de tres tenedores a los van a acudir.

He de reconocer que Lisboa no era mi ciudad prioritaria a la hora de solicitar una beca Erasmus-Sócrates, y que la posibilidad de rechazarla y permanecer un año más en Madrid estuvo planeando sobre mi cabeza. Después de bromas constantes como “si irte a Lisboa es como irse de beca Séneca” me puse el mundo por montera y decidí embarcarme en una nueva aventura. Mudarme a un nuevo país donde no conocía a nadie y del que desconocía la lengua totalmente. Con mis tres maletas repletas de ropa invernal que nunca utilicé y mi librito titulado “portugués para torpes” crucé el Ponte 25 de abril con un nudo en el estómago. ¿Hacía donde me dirigía?

Pues bien, me dirigía hacía una ciudad donde la diversidad cultural no brilla por su ausencia. Donde en la misma calle (zona Bairro Alto) podemos disfrutar de un concierto de fado u optar por un bar de música techno. Una capital que ofrece buena temperatura durante todo el año y donde no vamos a echar de menos los gorros y bufandas de lana. Una ciudad donde los adoquines y las fachadas de azulejos nos trasladan 20 años atrás y nos hacen pensar que la globalización aún no se ha apoderado de la ciudad. Donde en Praça do Comércio, pleno centro de la capital, uno puede asomarse y acariciar el agua que recorre el Río Tejo en dirección al Océano Atlántico. Donde se puede respirar aire puro a pesar de tener al lado la estación de cercanías más concurrida de la ciudad. Donde en pleno mes de febrero los lisboetas -y en su día una servidora- disfrutan de un baño playero.

Praça do Comércio al borde del río Tejo


Lisboa aúna lo bueno de una capital europea y lo bueno de una pequeña metrópoli. Cuatro líneas de metro son más que suficiente para comunicar a los lusos desde Cais do Sodré a Amadora Este. De un rincón a otro de la ciudad un taxi no sobrepasa los 5 euros. Aquí, poder pasear de una zona turística a otra no es una posibilidad a contemplar, es un hecho. Aunque sus infinitas cuestas nos traicionen físicamente al caer el sol, los panoramas por descubrir son merecedores de elogio. Por algo fue bautizada como la ciudad de las 7 colinas, ¿no?

Los miradores de Lisboa son parte esencial del encanto de la ciudad, por lo que visitar unos 3 o 4 de ellos debería ser una obligación para el turista de a pie. Entre mis recomendaciones están:
·         El Miradouro de Graça; ofrece una panorámica de toda la ciudad y está fuera del área turística por lo que es idóneo para relajarse y descansar.
·         El Miradouro de Santa Catarina; sus vistas no son las mejores a disfrutar pero un conjunto de puffs y un bar cool dan un toque de distintivo a la zona de Alfama. Perfecto para acudir durante la noche.
·         Miradouro de Santa Luzia, es mi favorito por excelencia gracias a sus adoquines, vistas al Tejo y sobretodo su localización (en pleno barrio de Alfama). Rincón en el que Najwa Nimri nos deleita con un hermoso monólogo final en la película Piedras.
·         Miradouro de San Pedro Alcántara. Las panorámicas son muy similares a las del Miradouro de Graça pues está al otro lado del barrio de Baixa.

Miradouro de Santa Luzia


En cuanto a la arquitectura, me quedo sin duda con la preciosísima estación de tren Estação Ferroviária do Rossio, es una estación que sirve al centro de la ciudad de Lisboa, en Portugal, perteneciente a la línea de Sintra. El edificio está considerado desde 1971 como un inmueble de interés público y también es parte de una zona de protección conjunta de la Avenida da Liberdade – elemento clave en la restructuración de la ciudad por parte de Marqués de Pombal  siguiendo el estido de los Campos Elíseos-.

Estaçao de Rossio y Avenida da liberdade abajo

 A escasos metros podemos encontrar la La Praça dos Restauradores (Plaza de los Restauradores) es una plaza de la ciudad de Lisboa. Conmemora la liberación del país del dominio español en 1640. Su característica más representativa es el obelisco del centro de la plaza. Las figuras de bronce del pedestal representan la Victoria, con una palma y una corona, y la Libertad. Los nombres y fechas que están grabados a los lados del obelisco son los de las batallas de la Guerra de Restauración.
En una de las calles que nace de Praça dos Restauradores, podemos encontrar una oferta gastronómica muy diversa y cientos de camareros intentando captar nuestra atención, con tal insistencia que raya la molestia. En cualquier caso en todos los restaurantes se come estupendamente y a un precio razonable. Mi recomendación, el bacalhau en cualquiera de sus variantes –aunque me quedo con el bacalhau a bràs- y los caldos con marisco.

Bacalhau dourado
Pero todo lo que podemos descubrir de la capital lusa no queda aquí; playas buscadas por surfistas de todo el planeta, los famosos pasteis de Belém, los alrededores de Lisboa, la feria de Ladra, Bairro Alto, la vida nocturna, bacalhao a bràs… Son tantas cosas por descubrir que sería un sacrilegio comprimir todas en un sólo post.