Todo
turista que visita la capital pone un pie en la Gran Vía madrileña.
Esa vía que Antonio López retrató y convirtió en insignia del
hiperrealismo español. Calle del comercio madrileño por excelencia
que en su día Alejandro Amenábar plasmó desierta en Abre los ojos. Una imagen
que impactaría a todos los espectadores como yo, acostumbrados a ir
paseando y esquivando gente al mismo tiempo. Sin embargo a pesar de
las ingentes cantidades de transeúntes es un placer y un privilegio
pasear por la Gran Vía.
Era
un 4 de abril de 1910, en una mañana del Madrid de los Borbones,
cuando el Rey
Alfonso XIII,
acompañado de la Familia Real, el Alcalde de Madrid y el Presidente
del Gobierno, José Canalejas inauguraba las obras de lo que debía
ser la apuesta por la modernidad de la capital de España: una
inmensa avenida que conectara la Calle de Alcalá con la Plaza de
España y que serviría de escaparate a Madrid ante el mundo, a
imagen y semejanza de la Quinta Avenida de Nueva York o Oxford Street
de Londres.
Otro
emblema de la Gran Vía es el edificio Metrópolis, no sólo por su
grandeza y belleza sino por dar entrada a la Gran Vía desde la calle
Alcalá. La
cúpula del edificio Metrópolis estuvo coronada en un principio por
un ave fénix que simbolizaba la antigua compañía, pero en 1975,
cuando se hizo cargo del edificio la Compañía Metrópolis, fue
sustituido por una victoria alada obra de Federico Coullaut Valera.
Asimismo otro elemento significativo es la sede de Fundación
Telefónica. Dentro del paisaje de la Gran Vía destaca notablemente
este edificio. Primer rascacielos erigido en España durante los años
30, y uno de los primeros de Europa. Símbolo de adelanto técnico y
vanguardia en los años treinta Fue el edificio más alto de Madrid
(desbancando al Palacio de la Prensa) hasta la construcción del
Edificio España en Plaza de España. Actualmente se ha convertido
en lugar de quedada para muchos madrileños.
Un
acompañante imprescindible de la Gran Vía es la Plaza del Callao. La
una se alimenta de la otra. Esta hermosa plaza está situada al final
de la calle del Carmen. Aquí mismo se encuentra el renombrado Edificio Carrión (hace esquina
entre la Gran vía y la calle de Jacometrezo) y su luminoso de neón
de la marca Schweppes situado
en las plantas superiores. Comparado con el edificio Flatiron de
Nueva York (segunda imagen), el Edificio Carrión es uno de los símbolos de la Gran
Vía y de la ciudad y ha aparecido en numerosas películas, entre
ellas El día de la bestia de Álex de la Iglesia con Álex Ángulo y Santiago Segura.
"Esta
noche, en el Chicote". Esta fue probablemente la frase más
repetida entre los años 50 y 70 en boca de los actores del Star System que acudían a Madrid. El bar Chicote inaugurado por Perico
Chicote en Gran Vía 12, ayudó a esa proyección de modernidad que
la capital española buscaba.
Desde
el 18 de septiembre de 1931 se convirtió en lugar de culto de la
farándula internacional. Ava Gardner, Grace Kelly, Sofía Loren,
Gary Cooper, Orson Welles, Laurence Olivier... todos ellos y muchos
más pidieron alguno de los cócteles preparados por uno de
los barman más
reconocidos del mundo.
Si
aún pertenecéis al grupo de rezagados que no visitado la Gran Vía
o si queréis volver a visitarla, desde aquí os damos un consejillo
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Otra
área de la ciudad muy aclamada es el barrio de La Latina y todos sus
bares typical spanish que alberga. La cava baja reúne jóvenes, y
otros que no lo son tanto, de todas las nacionalidades en busca de un
tinto de verano y una tapa de las buenas. Nadie quiere abandonar la
capital española sin haber realizado esta parada de rigor. También
encontramos restaurantes variopintos como lo es la Cafetería Javier
Martín en la calle Toledo, 74. En
este local se ofrecen 32 tipos diferentes de croquetas. Desde las más
comunes de queso con nuez, bacon, bacalao, roquefort... hasta
peculiares croquetas hechas con dulce de leche, crema pastelera,
chocolate o de frutas.
Asimismo,
para los amantes de los escenarios esta zona no es de menor interés.
En esta zona está el Teatro La Latina ofreciendo constantes
representaciones. Su nombre -al igual que el del barrio- se lo debe a
Beatriz Galindo, escritora castellana del siglo XV apodada como la
Latina.
El
director Emilio Martínez-Lázaro, al igual que los turistas, se
rindió a esta preciosa zona madrileña y la escogió como escenario cinematográfico para su film Las Trece Rosas. Exactamente fue la
carrera de San Francisco, en la Latina, el lugar elegido donde
decenas de personas se agolpaban ante el paso de una comitiva
franquista.
Pero
las localizaciones de Madrid no son sólo objetivo de directores
españoles. También el director de El Últimatum de Bourne se
decantó por la zona céntrica de la capital para desarrollar parte
de su rodaje. Las filmaciones tuvieron diversas tomas aéreas de la
capital española, así como algunas escenas dentro de la mismísima
estación de Atocha. En la película protagonizada por Matt Damon
observamos también tomas desde el Paseo de la Castellana al viaducto
de la calle Bailén o la céntrica Plaza de Santa Cruz.
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